OBITUARIO
Un libre pensador es
aquel que forma su opinión sobre la base del análisis imparcial de
hechos y que, a su vez se hace cargo de sus conclusiones y decisiones
propias, al margen de la imposición dogmática de alguna
institución, religión o tendencia político ideológica. Es decir,
una persona con moral propia, sin doctrina declarada y con patria
propia.
José Luis Sampedro fue
escritor, humanista y economista español que abogó siempre por una
economía «más humana, más solidaria, capaz de contribuir a
desarrollar la dignidad de los pueblos». Desde 1991 ocupaba el
sillón F de la Real Academia Española. En abril de 2009 fue
investido como Doctor Honoris Causa de la Universidad de Sevilla. El
2 de junio de 2010 se le concede también el XXIV Premio
Internacional Menéndez Pelayo por sus "múltiples aportaciones al
pensamiento humano". Uno de sus últimos galardones fue concedido en
2011, antes de entrar en la enfermedad que lo silenciaría para
siempre pero lo mitificaría para la posteridad, fue el Premio
Nacional de las letras en 2011.
Por todo ello, Sampedro
fue considerado por la sociedad española como un gurú, un líder
espiritual, un intermediario clave en el transcurso de los sucesos de
nuestro país. Firme defensor de los derechos sociales y los derechos
universales, José Luis fue apoyado desde el principio por los
profesionales y hacedores de la sociedad española. ¿Cómo se
consigue eso? Pues como diría Sigmund Froid, siendo la voz del
intelecto, practicando con suavidad, pero no descansando hasta que
poco a poco, se consigue finalmente ganar la audiencia.
Sampedro tenía 96 años
y como dijo en su libro “Escribir es vivir a Cuarteto para un
solista”, no tenía ninguna gana de protagonizar ese tan famoso
“circo mediático en torno a la muerte de los famosos”. Por eso,
se fue en silencio, como apagado entre las voces del día a día, de
los vaivenes, del devenir de nuestro país. Vivió levantando la voz,
pero murió escuchando las voces. Así era él, un libre pensador que
aún formando parte de la sociedad, nunca se mantuvo al margen, pero
observaba desde lejos, como ausente, pero presente.
Durante su discurso de
ingreso en la RAE en 1991, José Luis Sampedro afirmó que su dios
era Jano —“el de un rostro a cada lado”—, y que su vida tuvo
siempre más de una cara. Quizás desde esa doble máscara se nos ha
presentado siempre como lo que fue, alguien que conseguía equilibrar
la dura realidad de un momento difícil con el obligado cumplimiento
de una conducta moralizante. Luchó siempre por defender unos
derechos y unos pensamientos que arrebatados por la conducta inhumana
de muchos, sonaban en la mente de otros como utópicos e inciertos,
pero en la suya fueron cimiento de grandes logros. Por todo eso y por
su entrega absoluta a sus pensamientos, hasta siempre, maestro.
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